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Huérfanos olímpicos

Nos hemos quedado huérfanos en el mundo del olimpismo, porque el gran padre del COI que hoy conocemos, Juan Antonio Samaranch, ha fallecido a los 89 años de edad en Barcelona, su ciudad.
Su obra ha trascendido más allá del deporte. Hoy se ha ido un español universal que ha dejado un legado que será muy difícil de igualar.

Fue elegido como presidente del Comité Olímpico Internacional por unanimidad en Moscú en 1980. Acabó con los boicots a los JJ.OO. por la guerra fría entre el bloque soviético y norteamericano. También consiguió la independencia económica del movimiento olímpico y permitió la llegada de los deportistas profesionales a la máxima competición mundial, los Juegos.
Tuve la ocasión de entrevistarle en persona, en su despacho de Lausana, una experiencia inolvidable, por la importancia del personaje, el entorno y especialmente, por su arrolladora personalidad.

Se ha ido sin poder cumplir un deseo: conseguir una edición de los Juegos para Madrid, aunque sí vió realizados muchos otros sueños, especialmente el que se materializó el 17 de octubre de 1.986 cuando él mismo, en el Palais de Beaulie, pronuncia una frase mágica: " A la ville ... de Barcelona".

Este mes de abril voy a recordarlo con tristeza porque el deporte español ha perdido de un golpe a dos grandes voces, Samaranch y Gozalo.
Juan Antonio Samaranch dictó su propio epitafio deportivo en una entrevista que concedió a Carlos Toro en el 2001, tras dejar la presidencia del CIO: "Creo que he sido un hombre que ha podido llevar a la práctica sus ideas. Para ello he necesitado mucho tiempo y mucha suerte."

Mucho tiempo será el que pase y mucha suerte deberá tener España para llegar a tener un dirigente como Samaranch, una persona universal que siempre defendió y promovió a su país y al deporte.

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